lunes, 24 de noviembre de 2014

La dama de Hierro

Hace 75 años, el 26 de noviembre de 1939, nacía esta mujer que conquistó el olimpo del rock a los 45 años. Una historia que no es precisamente un cuento de hadas.




El 29 de mayo de 1984 llegaba a todas las bateas del mundo el disco “Private dancer”, de una tal Tina Turner. Y sólo bastaron tres meses para que “What’s love got to do with it” se convirtiera en Nº 1 de la lista Billboard (desbancando nada más ni nada menos que a “Ghostbusters” de Ray Parker Jr).
Eran los 80, época de la imagen por la imagen misma, de raros peinados nuevos (y quizá el de Tina, uno de los más raros y menos peinados). Pero, detrás de ese cliché, había una voz muy particular y ronca que comenzábamos a descubrir.
Para muchos desprevenidos, esta mujer seguramente era la creación de algún productor estrella y éste su primer trabajo. Pero no era ni una cosa ni la otra.
Esta imagen felina de desbordante energía que estaba conquistando el viril olimpo del rock y triunfando en el juvenil show business con 45 años (sí, ¡45 años!) tenía una historia detrás y no era un cuento de hadas precisamente.
 

Anna Mae se transforma en Tina

Anna Mae Bullock nació el 26 de noviembre de 1939 en Nutbush, Tennessee.
Fue criada por su abuela paterna hasta su fallecimiento. En ese momento, Anna tenía 16 años, de modo que se mudó con su madre Zelma y su hermana mayor Aillene a St. Louis, la ciudad más grande de la zona. Allí trabajó como empleada doméstica para una familia adinerada y luego como camarera en el Club Manhattan, donde Anna Mae vio por primera vez a Ike Turner’s Kings of Rhythm, una noche de 1958.
Quiso el destino que el micrófono abierto de aquella noche cayera en sus manos y a partir de ese instante cambiara su vida y para siempre. De repente, la adolescente pueblerina recién llegada a la gran ciudad se había convertido en Ike & Tina Revue.
Rápidamente Ike la dejó embarazada y se casó con ella, con el objetivo de mantener a la futura “reina del rock” a su lado.
Pero sin que nadie se diera cuenta, Tina Turner comenzó a ser más Tina que Turner. Entonces, su cuerpo comenzó a sufrir el celo profesional del cobarde de su marido, a tal punto que, antes de un show en 1968, Tina trató de suicidarse ingiriendo cincuenta pastillas de Valium.
 

 Pero las piernas más bellas del rock de todos los tiempos, forjadas como el acero, a los golpes, tenían muchos escenarios por recorrer.
El 2 de julio de 1976, Ike y Tina tuvieron una brutal pelea de camino al Dallas Statler Hilton. Y fue la última. Tina Turner huyó con el cuerpo abollado, 36 centavos, un par de vestidos, su enorme talento a cuestas y decidida a volver a empezar, con casi 40 años. Nada fácil, pero conocería por fin la libertad.
Del divorcio sólo quiso la custodia de sus cuatro hijos (dos de ella y los otros dos de Ike) y conservar su nombre artístico, por el que era y es mundialmente conocida y el que se ganó con mucho sudor, y sobre todo sufrimiento y sangre.
Tina, entonces, se transformó en solista y volvió al ruedo con dos álbumes intrascendentes: “Rough” (1978) y “Love Explosion” (1979) hasta que Roger Davies (el mánager de Olivia Newton John) se ofreció a representarla convencido de que esta cantante negra que estaba transitando los cuarenta años debía hacer rock and roll.
La apuesta era muy arriesgada, pero Tina ya había adquirido el coraje suficiente como para hacer frente a esta nueva etapa. Cualquier cosa por venir iba a ser mejor que lo vivido durante sus últimos 16 años.

Al éxito y más allá

En 1984 nació “Private Dancer”, el “gran retorno” de Tina, con un temazo claramente autobiográfico como “What’s love got to do with it?” (“¿Qué tiene que ver el amor con eso?”). Y como premio no sólo obtuvo cuatro Grammy, sino que también vendió más de veinte millones de discos. Con esta cifra para nada despreciable comenzó en febrero de 1985 una extensa gira mundial. Porque necesitaba demostrarse y demostrarle al mundo que Tina Turner recién había empezado.


Solamente hizo un break para participar en la iniciativa “USA for Africa: We Are The World”. Y, sin pausa, en la tercera parte de la trilogía de “Mad Max”, junto a Mel Gibson, donde no sólo interpretó a Entity sino que también compuso e interpretó el tema principal de la película: “We don’t need another hero”.
Siguieron los álbumes (“Break every rule”, “Foreign affair”, etc.), siguieron las ventas millonarias, siguieron los éxitos, siguieron las giras. ¿Y por qué no un libro? Entonces apareció en 1986 “I, Tina” (sus memorias), que rápidamente se convirtieron en best seller.
La gira europea del “Break every rule tour” batió récords de audiencia y, como si esto fuera poco, en 1988 Tina se presentó en el Estadio Maracaná (Brasil) ante 184.000 personas marcando, en ese momento, un récord de Guiness.
En 1993 Tina se transformó en película (“What’s love got to do with it?”), en la que Angela Basset interpreta la vida de la “reina del rock”, por cuyo papel fue nominada al Oscar como mejor actriz.
La enérgica, eterna e inoxidable Tina Turner, después de un merecido año sabático, volvió con “Wildest Dreams”, que se convirtió en disco de oro en Estados Unidos y platino en Europa y terminó de convencer a la gente de VH-1 para invitarla al “Divas Live 99” junto a Whitney Houston, Brandy y Cher.
 






En 1999, con “Twenty Four Seven” en la calle, Tina Turner emprendió su ¿última gira?, que la convirtió en la artista que más entradas ha vendido, con una recaudación de más de 100 millones de dólares.
Pocos meses después, Tina anunció su retiro musical... hasta que en el 2008 sorprendió al mundo entero en los Grammy actuando junto a Beyoncé y anunciando una extensa gira mundial, el “Tina!: 50th Anniversary Tour”, con apenas ¡70 años!
 






Tina Turner es sinónimo de música. Música negra, música soul, música desenfrenada, música excitante, música provocativa, música sufrida, música aplaudida. Recorrió un largo y doloroso camino. De los miserables años cincuenta a los millonarios años ochenta. Pero siempre con los brazos arriba. A veces para defenderse de los golpes de Ike y muchas más para agradecer a los millones de fans de todo el mundo después de un recital.
Esta dama de hierro, que nos enseñó que la mejor edad no son necesariamente los veinte, está a punto de cumplir espléndidos 75 años, siendo lo que fue, lo que es y lo que siempre será: simplemente la mejor.




viernes, 5 de septiembre de 2014

Cuando un amigo se va...


...queda un espacio vacío, según dice la canción. Cerati en cierta forma fue como un amigo, una suerte de ángel guardián. También una voz que recorrió un largo espectro.
Además de arte, su música fue la banda de sonido de nuestra personal biografía en los últimos 30 años.
Música adolescente en los 80, música de hombres y mujeres jóvenes en los 90, música de hombres y mujeres entrando definitivamente a la adultez en 2000.
Y si bien su música quedará por siempre, hay mucha otra que no escucharemos jamás. Porque el genio ya no está. Se fue.
La semana pasada se cumplieron 30 años de la edición de su primer trabajo junto a Soda Stereo y la importancia de este material tiene que ver no sólo con su contenido sino también con lo que Soda logró después en una época donde la mayoría de los grupos duraban sólo un LP.
Y empezamos a conocer a Cerati, a ese músico sensible que sabía muy bien cómo debían sonar las palabras. A veces no importaba lo que dijeran, con tal que armonizaran con sus composiciones.
Era el surgimiento de una gran banda. Eran los 80. Era la época en que Gustavo estaba en las paredes de cada una de nuestras habitaciones, en formato de póster, para 30 años después pasearse alegremente en la pantalla de los smartphones de nuestros hijos.
Son tres décadas de ininterrumpida creatividad. Siempre en la cima. El último gran músico argentino.
Quizá la mejor manera de entender lo que significó Cerati sea imaginarse que será dentro de 30 años de Tan Biónica o Agapornis...

jueves, 26 de diciembre de 2013

Qué 26 años no es nada...

“Yo no soy moderno. Yo soy yo, ¿me entendés?”
Eterno como todo mito, Luca Prodan no ha muerto. Su esencia permanecerá entre nosotros en la medida en que alimentemos la nostalgia de sus canciones.
La figura de Luca es hoy la reconstrucción colectiva de todos aquellos que lo conocieron a través de su música.
El líder de Sumo murió un 22 de diciembre de 1987 en Buenos Aires.
Había llegado al país en 1981 en un viaje urgente, un manotazo de ahogado de quien ya siente el amargo sabor del final en los labios.
Luca no vino a hacer música a la Argentina. A pesar de sus demonios, y no gracias a ellos, fue que encontró tierra fértil para sus apetitos de artista.
Por esas cosas del talento y el caos, Sumo se convirtió en un éxito con raros precedentes dentro de la historia del rock nacional. Aunque Prodan nunca llegó a considerarse a sí mismo una estrella del rock vernáculo. La sola idea de darle forma al “rock nacional”, como concepto estético, le parecía risible e imposible. El rock es en inglés, aseguraba.
Entonces Sumo era, al menos al principio, una banda de argentinos, italianos e ingleses que a la hora de tocar hablaban el idioma de Muddy Waters, los Sex Pistols y los Rolling Stones.
 



Luca fue una persona entrañable. La respuesta solidaria de quienes lo conocieron, en distintos momentos de su vida y en distinto grado, prueba su capacidad para acercarse al otro. Por amor o hastío, Luca lograba hacerse notar.
Un conocido de la familia de sangre azul le compró el pasaje a Buenos Aires. Una vez en la Argentina Timmy McKern lo recibió en su casa de las Sierras de Córdoba. De a poco Luca recobró fuerzas y comenzó a cantar y a componer, dos cosas que en verdad lo definían como ser humano. El resto es historia.
Parece increíble que alguien –un artista o un ingeniero, da igual– pueda dejar una huella tan profunda en la cultura de un país en tan escaso tiempo.
La potencia, la sensibilidad y inteligencia de su música se proyectaron, en adición, en la construcción del mito. Aunque Luca siempre demostró ser bastante preciso en cuanto a los datos de su biografía, su camino resultaba increíble, quizás demasiado para los estándares locales de la juventud de la época. Pero era cierto.
La familia de Luca tenía una excelente posición económica en Italia, estudió en el prestigioso colegio Gordonstoun, del que se escapó para espanto de los suyos, fue parte de la movida rock punk londinense y llevaba el genio de la música en la sangre. De haber sobrevivido a su dolor, cosa que hoy en perspectiva parece muy improbable, Luca Prodan tal vez se habría marchado un día de la Argentina, a otro continente, y también allí sus nuevos huéspedes hubieran dudado de la veracidad de sus recuerdos.
La fractura original que sin demora lo condujo hacia la heroína y más tarde al alcohol nunca podrá ser del todo comprendida. Las interpretaciones más sutiles, más delicadas, quedaron, quedarán para su padres, Mario Prodan y Cecilia Pollock, y sus hermanos, Michela, Claudia y Andrea. Para una mente brillante como la suya todo era posible y así ocurrió. Pero, por encima y por debajo de la herida, Luca era música en esencia. Se lo escucha cantar en los viejos registros en Super 8 que andan dando vueltas en youtube, en los tracks de “Corpiños a la madrugada”, entre otros discos rescatados, en los cassettes que enviaba a sus familiares a modo de cartas. Improvisaba al piano, jugaba con la sonoridad de las palabras, hacía coros en las conversaciones de la tarde, susurraba melodías, reía canciones. En el muy buen documental de Rodrigo Espina, “Luca”, hay bastante material para deleitarse sobre este punto.
Como presintiendo que su vida iba a ser corta, Luca compuso mucho y sin pausa. De la mano de sus canciones, como de ciertos libros, nosotros también vamos hacia nuestro propio destino. 




viernes, 7 de septiembre de 2012

Las lecciones de MDNA al mundo



Madonna no ha perdido el toque mágico. Alguien debía conservarlo después de todo; después de las vidas truncadas de Elvis Presley, Janis Joplin, John Lennon, Sid Vicius, Kurt Cobain, Amy Winehouse. Uno para cada época. No, Madonna no. Se suponía que iba a perderse como le pasó un poco a Cindy Lauper que en un tiempo muy remoto le disputó el trono de diosa del pop, reina iluminada de la pre-pos-modernidad. No se perdió tampoco. No envejeció y, por el contrario, sí cambió mucho en el plano estético al amparo de las reglas que ella misma se autoimpuso al nacer. Pequeña niña de clase trabajadora caminando por las calles de la gran ciudad como una princesa.
Sus cifras son la irrefutable prueba de su vitalidad como artista. En la primera parte de su gira hizo 33 conciertos en Asia y el Viejo Continente, y facturó 116 millones de dólares. Sumó un millón de espectadores. Para su fase americana, que acaba de comenzar, ya lleva facturados 111 millones de dólares en entradas. En la Argentina hará tres recitales (dos de ellos en Buenos Aires y uno en Córdoba), desde el 15 de diciembre.
Madonna no ha repetido los éxitos que nos deleitaron en los 80 pero mantuvo intacto el porte. La voz como simbología de algo más. Hoy Madonna es un ícono contestatario, mucho más de lo que lo son U2 y Coldplay juntos. ¿No era que el rock significaba rebelarse mientras que el pop dignificaba la complacencia?
Madonna va a contramano sobre las espaldas de la gran serpiente del sistema. A los 54 años sale con pibes de 20. Viste como una chica. Luce glúteos de muñeca y piernas de peleador de yudo. Es madre de todo lo que se le antoje. Y da consejos: “No sean perezosos y no den por sentado esa libertad”, les dijo a sus compatriotas en Filadelfia, en el recital inaugural de su gira norteamericana. En alguno de sus viajes la diva del pop encontró el río pálido de la eterna juventud del que hablaba Jorge Luis Borges.
Mientras los “mejores” de Hollywood y de la industria lloran por las hambrunas en África y las pérdidas que dejan las inundaciones en Nueva Orleans, Madonna hace el amor y se casa de blanco. Hace plata y construye de corazón escuelas que nunca se terminan. Besa la cruz y critica a la Iglesia “Quiero parar las mentiras y la hipocresía de la Iglesia, la intolerancia de muchos”, dijo en aquel recital.
La chica material tiene tanto dinero y tanta audiencia que ya puede darse el lujo de decir un par de cosas. Tal vez sus discos ya no se vendan como antes, ahora que internet otorga innumerables recursos para bajar canciones gratis, pero sigue llenando estadios. Así es cómo los rock-pop stars hacen su dinero por esta época. “A veces es más fácil mostrar tu trasero que revelar tus sentimientos, quizá esta noche todos podemos vivir al límite”, dijo Madonna, luego mostró el trasero de porcelana y vivió intensamente sobre el escenario.
Hasta Lady Gaga ha quedado opacada por la furibunda performance de la artista que está en condiciones de ser abuela. Gaga, que de tonta no tiene un pelo, le dedica siempre en sus recitales una línea para el escándalo. ¿Pero quién puede pararse al lado de una mujer que sólo sabe de récords?
Madonna es el único integrante de una realeza ejemplar: la suya propia. La mujer que ningún hombre ha podido ni podrá imitar jamás. Un organismo en expansión y, quizás, en extinción.
Aun en el transcurso de su nirvana mercantil, Madonna recordó a esas pobres chicas de la banda punk “Pussy Riot” que por reírse del intocable Vladimir Putin quedaron tras las rejas.
Madonna que fue punk, que fue pop, que fue virgen y chica material, que fue reina de los rating, que fue disco y siguió o sigue la cábala y el yoga, que ayunó y es madre de niños desventurados que conocieron el hambre, nos ofrece lecciones desde el más allá. Desde los 10.000 metros que alcanza su jet privado con el que cruza el cielo de nuestra civilización.



miércoles, 11 de julio de 2012

Un viaje al pasado con el rock en tiempo presente



Esperar su continuidad a lo largo del tiempo hubiera sido un acto de optimismo imperdonable. Hoy no nos extraña que Paul McCartney viva en gira perpetua, pero tanto los Rolling Stones como The Beatles debieron sobrevivir a los imaginarios colectivos que en los 60 y los 70 aseguraban que era mejor morir joven y glorioso que viejo, olvidado y repetitivo.
La permanencia de los Rolling Stones tiene varias explicaciones. Una de ellas está vinculada a los propios orígenes musicales de la banda. Su pasión por el blues y por el jazz americano los hizo partícipes de una forma de entender el arte. Ellos como B. B. King, Muddy Waters, John Lee Hooker, entre una larga lista, han cultivado su carrera con una extraña paciencia muy poco vista en el rock. Es como si detrás de la parafernalia y los trucos de la industria que los ampara y los utiliza hubiera una sabiduría de corte oriental que trasciende todo esto. Que trasciende también las expectativas que todos han puesto y seguirán poniendo en la banda más grande de rock de la historia.
La otra razón que explica su longevidad tiene que ver con la transformación del negocio del cual forma parte. Porque los Rolling Stones todavía son uno de los animales que la industria lleva bordado en su escudo. Más allá de que Mick Jagger y Keith Richard puedan ser considerados como hombres hechos en materia de dinero, ambos se deben tanto a su público como a la rueda del show bussiness. Un sistema pensado para reproducir la idea original: vender discos, canciones, DVD y shows. Cada vez que los Rolling Stones salen de gira el negocio se conmueve. Millones de personas en el mundo son atraídas para participar del ritual, de esta fiesta pagana donde se ponen en juego hasta los sentimientos. Porque sin vender su alma a ningún otro diablo que no sea la propia sacralización de su imagen, los Rolling continúan en carrera. A esta altura, sólo se espera de ellos que rompan nuevos récords. Irónicamente no girarán este año que subraya una cifra redonda, pero ahora las apuestas están ubicadas justo en la vereda opuesta. Si Richard no se cae de un cocotero, si Jagger continúa su saludable rutina aeróbica y si Charlie Watts no se pierde por ahí, la banda se mostrará una vez más, a todo vapor a la altura de nuestras cabezas, en el 2013 y sus sucesivos.
Abuelos eternos lanzados al espacio como un cometa sin tiempo.